Por Eduardo Mosche, Argentina/Mexico (Published in Issue 14)
Insomne
Imágenes y asociaciones ingratas
giran con regular velocidad.
Apareció,
ese conocido que trastorna el descanso
en una ampliable
angustiosa sensación de espera:
un sistemático golpeteo de un bastón
sobre las sienes.
La cama descansa como un papel arrugado,
colchón que anida vuelos nocturnos.
Ladra y gruñe el perro interno
hacia mi propio espejo,
el azogue se llena de una luz hiriente;
mientras intento con respirable zozobra
acercarme a esa estación distante
de la tranquilidad del sueño.
El descanso de los ojos cerrados.
Dejar caer las sombras
sobre la brillantez de la vigilia,
de respirar con ansias
el descanso que merecen los ojos.
Abro las páginas de un libro,
mientras la angustia arde
en el silencio carcelario de la noche,
la lectura se dedica a deshacer el tiempo
esas líneas de palabras cobran cierta independencia ,
( las sienes palpitan la garganta está seca)
para convertirse
en una soga gruesa de palabras y tinta
que rodean el grito mudo e interno,
una soga que se anuda y acrecienta los ritmos
de mi respiración,
continuo en la acción de la queja sin bálsamo.
Se amplía el doloroso grito del silencio.
II
Es solo una espera que sólo espera
la tranquilidad de la luz
para seguir gritando.
¿ Qué sucede en alguna otra ventana
dónde se perfila en plena noche
la luz de una lámpara?
III
Dar vueltas en la cama es rodear
los pensamientos que se enhebran
en el agujero ciego de las experiencias,
que se vierten en esa especie de corriente acuática
sensible y fluida de los problemas sin resolver.
El tener el sueño entre los dedos
para que no se pierda,
querer hundir los dientes con suavidad
en la garganta dulce
convertida en recuerdos de lo amado,
lo vivido en el trajín de los caminos
que llevan a encontrarse con paredes descascaradas,
a cierta ventana abierta al paisaje:
reflexión de tanta historia
pequeña y personal acontecida.
IV
Como producto del recuerdo de lo diario,
en una de esas vueltas del ovillo del deseo de dormir,
puede que brinque
( juglar extraño de lo inesperado)
la raída imagen de una figura encorvada
que espera como árbol desecado
al borde de un camino.
He visto como las manos del anciano
abren sus palmas
muestrario de venas que son río pasado
mientras no dormita sino que cumple
su obligada acción de la limosna,
a pesar de tanto surco arado
que regaló cosechas para otros.
Ahora se encuentra inmerso en nube oscura ,
caída brusca en la obligación de pedir ,
grito intenso en su mudez,
momento de la doliente obligación:
recoger sorbos de pan,
en las escaleras del Metro, donde
diario a diario se desgastan escalones,
por miles de personas.
¿Es posible
además de anidarse en mis recuerdos
que alguna de ellas en su propio insomnio
recuerde las gruesas venas y las manos abiertas?
¿ Dormirá agradable y tranquilamente
ese anciano?
V
En las últimas noticias de los periódicos,
ha aparecido con intensidad de drama
muy humano, el rescate de mineros chilenos
que se encontraban prisioneros
a setecientos metros bajo tierra.
Pasaron decenas de días bajo tierra,
día y noche, hundidos en la oscuridad
del no saber.
Cuando fueron rescatados,
cantaron el himno, los abrazaron y besaron,
fueron fotografiados en cascada,
también lloraron de alegría,
reconocieron el sol,
pero nadie les preguntó como durmieron.
¿El insomnio habrá sido su forma de dormir?
Se untaban de formas en sus ojos las sombras
de pájaros de picos largos y filosos,
colores de algún atardecer caídos de los pétalos,
polen hecho ceniza
del cigarrillo fumado junto al cuerpo
de piel tibia de la mujer que se ama,
el terror de la oscuridad recordaba el temor
del cuarto de la infancia,
la oscuridad reinante era apagada
por el deseo de luz.
En este punto de la vida , su sueño
vacila y trastabilla en el nido de la vigilia,
que enlazan día y noche, uno a uno,
en una intensa y dolida
extensión de la conciencia.
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Eduardo Mosches: Editor, poeta y promotor cultural